miércoles, 1 de diciembre de 2010

Estupidez de ida y vuelta

En las aclaraciones previas de este blog me he decantado por la definición y el uso que del término estupidez hace Carlo Maria Cipolla en el ensayo “Las leyes fundamentales de la estupidez humana” (en Allegro ma non troppo, Crítica, Barcelona 1991). Me ha parecido muy esclarecedor el tratamiento que este historiador de la economía hace de la cuestión, ya que es un tratamiento, básicamente, económico, en el que se muestra que la estupidez es una especie de agujero negro en el que todos pierden y nadie gana. Por ello la Quinta Ley Fundamental afirma que: la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. Y el corolario de la ley que: el estúpido es más peligroso que el malvado. En efecto, “el resultado de la acción de un malvado perfecto representa pura y simplemente una transferencia de riqueza y/o bienestar”, con lo cual se ha producido un equilibrio –el menos de uno pasa a ser el más de otro- y “la sociedad en su conjunto no ha salido perjudicada”. Por el contrario, los estúpidos “ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas”, o incluso, como es el caso de los superestúpidos, obteniendo también un perjuicio para sí. Con los estúpidos, pues, “la sociedad entera se empobrece”.
Sin embargo, no es común el uso tan pulcro y definitorio del término estúpido. Más bien suele utilizarse como insulto o apelativo arrojadizo que, como tantos otros, ha ido mutando, con la usual creatividad y riqueza de nuestra lengua, hasta acompañarse de una singular sinonimia. Ahora bien, dado que, según el erudito Pancracio Celdrán -en su imprescindible Inventario general de insultos- el origen del término parece estar en el latino stupere, “estar atónito y pasmado”, mira tú por dónde, el subtítulo de este blog, una mirada atónita sobre la estupidez, vendría a cobrar un sentido inesperado, de modo que, en una suerte de eco y de contagio, la estupidez pretendidamente observada y entredicha, resulta que también estaría en la mirada… ¡Qué le vamos a hacer! En cualquier caso, ya se habrá reparado en que este amanuense no sólo no reniega de su propia estupidez, sino que se apresura a ofrecerla como muestra verídica y auténtico ejemplo que prevenga al avisado contra las nefastas consecuencias de esas ojalá veniales torpezas. Dejo al desocupado lector con maese Pancracio, que seguro que le aprovechará y le traerá mayores regocijos que estas nimias e insulsas consideraciones.  

Estúpido:

Persona notablemente torpe para comprender. Se dice del sujeto de difícil entendimiento, incapaz de alcanzar aun las cosas más sencillas. Es voz derivada del latín stupidus = aturdido, voz latina que deriva a su vez de stupere = estar atónito y pasmado. No es palabra de uso anterior a finales del siglo XVII, generalizándose su empleo a partir del XIX, seguramente por influencia francesa, lengua en la que tuvo amplia presencia en el XVI. Leandro Fernández de Moratín, al hablar del teatro anterior a su época, dice con notoria injusticia: "El teatro, tiranizado entonces por estúpidos copleros (...) sólo se alimentaba de disparates". Y el poeta Quintana, escribe: "Por ignorantes y atrasados que estemos, no somos ciertamente estúpidos.. ". Es decir, que la estupidez es condición más negativa que la ignorancia y el atraso, pues éstas no afectan a la capacidad de pensar, sino sólo a la instrucción y el acopio de conocimiento. Por lo general no se emplea adecuadamente el término, toda vez que la nota principal de su personalidad es el asombro, la estupefacción, el estupor o pasmo momentáneo que deja a estos sujetos con la boca abierta. El estúpido es un pasmón, un tolondro que obra dando palos de ciego, llevado del asombro y deslumbramiento que algo desde el exterior le provoca; un auténtico caso de papanatismo. El uso actual, desvinculado de la etimología, lo equipara con el chulo avasallador e ineducado que no respeta normas, o con el individuo que tiene de sí mismo una idea exagerada e intenta imponerla a los demás. Y es que entre la inmensa gama de especímenes que pululan por el patio social no resulta sencillo decidirse por un calificativo solo, a la hora de definir a este o aquel mastuerzo, o al perillán de turno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario