viernes, 12 de noviembre de 2010

Libertad, igualdad, fraternidad

Una de las ironías peculiares de la historia es que no haya límites para el malentendimiento y la deformación de las teorías, aun en una época donde hay acceso ilimitado a las fuentes; no hay un ejemplo más definitivo de este fenómeno que lo que ha sucedido con la teoría de Karl Marx en las últimas décadas. Se hacen continuas referencias a Marx y al marxismo en la prensa, los discursos políticos, los libros y los artículos escritos por estudiosos de las ciencias sociales y filósofos respetables; no obstante, con pocas excepciones, parece que los políticos y periodistas jamás han echado siquiera una mirada a una línea escrita por Marx y que los estudiosos de las ciencias sociales se contentan con un conocimiento mínimo de Marx. Aparentemente se sienten seguros actuando como expertos en este terreno, puesto que nadie con prestigio y posición en el reino de la investigación social pone en cuestión sus ignorantes afirmaciones.
Erich Fromm, Marx y su concepto del hombre, FCE, México 1970, p.13

Hace poco que un buen amigo mío, me reenviaba un panfleto en el que un profesor universitario de Texas denunciaba el igualitarismo que, según él, implica el socialismo, mostrando con un ejemplo la injusticia que supone el medir a todos por el mismo rasero. Opinión que supuestamente compartían, según el panfleto, Winston Churchill y Margaret Thatcher. (Otro día hablaré de los reenvíos, ese manoseo de información indiscriminada, sin control de calidad. Yo me pregunto cuánto ocioso hay para fabricarlos, para leerlos y reenviarlos. Cervantes quedaría perplejo ante una red permanentemente ocupada con desocupados lectores…)
Acordándome de la cita de Erich Fromm, le respondí de esta guisa:
En los veinticuatro otoños que un servidor lleva dedicados a esta ingrata función docente, que tan a la ligera muchos vilipendian, no han sido pocas las veces en que ha sido menester señalar a mis discípulos la siguiente equivalencia: el llamado “socialismo real” –antigua URSS, China y Cuba- tiene que ver con la doctrina de Karl Marx… lo que el catolicismo con el mensaje de  Jesús de Galilea. Es decir, no sólo casi nada, sino, lo que es mucho peor, que los pretendidos herederos de tan liberadores mensajes se han convertido en los más férreos enemigos de las doctrinas originales que supuestamente dicen defender. Como dice el tango, qué falta de respeto, que atropello a la razón…
El socialismo no es, en origen, una apisonadora igualitaria, como quisiera defender esa interpretación mostrenca e indocumentada que pretende hallar su aval en profesores universitarios o primeros ministros…o ministras. ¡Como si tales cargos fueran garantía de sapiencia…! Que Marx quisiera abolir las diferencias de clase no significa que pretendiese medir a todos por el mismo rasero. Véase al respecto su “Crítica al programa de Gotha”, de 1875, donde critica al partido obrero alemán y donde habla claramente del “derecho de la desigualdad”. Es precisamente en este texto donde dice una frase lapidaria que deberíamos hacerle copiar mil veces al susodicho profesor tejano: “de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”.
Suprimir las clases sociales significaba para Marx terminar de una vez por todas con la enfermiza relación entre explotadores y explotados mediante la colectivización de los medios de producción –que no de los bienes o beneficios-; significa basar por fin las diferencias no en lo que se tiene, sino en lo que se es, en las capacidades y necesidades propias de cada cual.
La única igualdad defendida por Marx, y que figura, por cierto, en nuestra Constitución –donde tampoco es otra cosa que un brindis al sol-, es la de todos ante la ley. A este respecto, hay una sabia y poco conocida interpretación que hizo Rudolf Steiner, el fundador de la Antroposofía, sobre el famoso lema de la revolución francesa:
Libertad….en lo espiritual: en las ideas
Igualdad….en lo jurídico: en las leyes
Fraternidad….en lo económico: en el pan nuestro de cada día
Amén.
Por desgracia, malos tiempos corren para mensajes liberadores, cuando hasta el sagrado vocablo “liberal” nos ha sido hurtado y usurpado por los desalmados y carentes de escrúpulos ideólogos del gran capital. Osan llamar “liberalismo” al que tan sólo atañe a lo económico, a saber: que lo único que goza de una libertad de circulación escandalosa es el vil dinero…mientras que las personas ven paulatinamente recortadas sus libertades, sobre todo las de menearse de un lugar a otro, precisamente por los muros insalvables que ha edificado, para su insolidaria conveniencia, el puto capital.
Por su parte, el “socialismo real” –menuda infamia-, también ha trastocado el orden propuesto por Steiner, aplicando la igualdad a lo espiritual e intentando fabricar clones ideológicos fieles a una férrea ortodoxia que no admite disidencias.
En cuanto a la fraternidad…es cosa de pobres. Los ricos dan limosna –ahora le llaman solidaridad y cooperación-: la calderilla que les pesa en el bolsillo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que razón tienes, amigo Petros. Gran parte de los que enseñan son necios. Los conceptos ideados por la mentes preclaras, con cuanta facilidad son tomados como bandera para la consecución de fines interesados que sólo el lucro persiguen. Los que ocupan el poder en las supuestas democracias sólo son títeres movidos por las cuerdas del mercado. Incluso las hay, como la italiana, que ni siquiera tiene títere, sino que es directamente un empresario el que mangonea en el gobierno. Los títeres españoles siguen, de un tiempo a esta parte, a la luna de Valencia, sin apenas preocuparse de otra cosa que de repetir continuamente las muletillas de turno que se le ocurran a cualquier canta mañanas de ellos, mientras leen el periódico por las mañanas: "por activa y por pasiva", "a día de hoy" o "torticeras" , que es la última de moda. El FMI, de los cojones, es la peor de las mafias que existe y que nunca ha existido porque no se les ve, escondidos detrás de sus aburridos trajes sin el más mínimo sexapil. ¡Que Dios nos pille confesaos!, decía mi abuela. Apañados vamos como no espabilemos.

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