domingo, 21 de noviembre de 2010

¡Cómo está el género…!

Que las cuestiones de género en este país siguen siendo una asignatura pendiente para muchos, es bastante evidente, por desgracia, a poco que escuchemos las noticias. Y no ya en las palabras mayores de esa macabra sangría que es la denominada, con mayor o menor acierto, violencia de género o violencia machista, sino en esa especie de “kale borroka” que, sin complejos –como los que beben güisqui DYC- va pregonando sus lindezas por doquier y dando rienda suelta a su “apetito desordenado de sucios y carnales deleites”, que así definía la lujuria el Padre Astete, en aquél indigesto catecismo que tuvieron que memorizar, sin entender palabra, nuestros mayores cuando eran niños. Me estoy refiriendo a las fantasías onanistas del alcalde de Valladolid -que sueña con los “morritos” de Leire Pajín-, al alarde pederasta de Sánchez-Dragó –que se trajinó a dos japonesitas de 14 años-, o al tertuliano “catador de vaginas” –como le bautizó en Público Manuel Saco- que nos regaló en Telemadrid sus “exquisitos” comentarios…Por nombrar sólo los más recientes.
Y el gobierno, a todo esto con un Ministerio de Igualdad de quita y pon,  o, mejor dicho, de pon y quita. En cuanto al “pon”, fue una solemne torpeza colocar en un puesto tan sensible,  en vez de a alguna reputada luchadora por los derechos, como por ejemplo Cristina Almeida, a una jovencita cuyos méritos parece que no iban mucho más allá de haber sido apadrinada por Felipe González, con lo que no se consiguió otra cosa que incitar las babas y ladridos de la rancia –y, por desgracia, aún abundante- canalla de este país. Y en cuanto al “quita”, da la impresión de que, haciéndose eco de algunos de esos ladridos, admitiese el carácter superfluo de tan polémica cartera, y, por extensión, de los asuntos que trataba. Flaco favor se le ha hecho a la igualdad con estrategia tan torpe y dubitativa, cuando son muchos los ejemplos, como ya adelantamos, que hacen urgente un poco de pomada para el machismo rampante de este país.
Y es que no nos libramos de los tópicos. Véase al respecto la consagrada –y que ya huele- distinción de colores niño/niña azul/rosa. ¿Que ya está superado, me dirán, pues hasta es relativamente común encontrarse a diputados y altos cargo del PP trajeados con camisas de color rosa? Eso es que no han visto los catálogos de juguetes que, en casi un allanamiento de morada, nos inundan estos días. ¿A que no saben de qué color son las páginas dedicadas a los juguetes para niñas? Sí, sí, de color rosa, como las cajas de la mayoría de ellos. Ahora bien, si esto tiene un pase –que no el del tipo y selección de juguetes por género, de lo que otro día hablaremos-, justificándose en la comodidad y rapidez en la localización visual, es, sin embargo inadmisible  que tal tópica distinción cromática se repita en otras esferas de mayor exigencia intelectual. Me explico. Cuando el que suscribe estudiaba Antropología, había una interesante asignatura –por cierto, muy recomendable para algunos de los degenerados que venimos nombrando- que llevaba por nombre Antropología de Género. Recuerdo un día en el que la profesora, en sus indicaciones bibliográficas, se refirió a una colección de las Ediciones del Orto, la muy útil Biblioteca de mujeres. Adivina adivinanza: ¿de qué color son las cubiertas de los libros de esa colección? Pasen y vean:
Portada Leonora Carrington- Julia Salmeron
Recuerdo que, en un alarde de inclemencia y para incremento del rubor de la profesora –que parece ser que tenía algo que ver con el nacimiento de la susodicha colección-, le hice notar que el rosa chicle no dejaba de recordarme esa colección de Tusquets de literatura erótica llamada La sonrisa vertical, y que ello podía dar pie, para una mirada apresurada, a un cierto equívoco entre el interés feminista y el onanista. No es por joder, pero es que ¡ya les vale…!
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