domingo, 6 de febrero de 2011

Tabaco y pensiones


Botín y Merkel felicitan a Zapatero por las reformas que acaba de pactar con patronal y sindicatos. Que un banquero con un apellido que le sienta como un guante -de ladrón de guante blanco-, y una alemana tan austera y espartana que viste como de uniforme -y que parece que quisiera uniformarnos a todos los europeos-, se alegren de los recortes leoninos que han amañado nuestro presidente, nuestros patrones y nuestros representantes sindicales, no me digan que no es para echarse a temblar…
Y para colmo, el único consuelo que les quedaba a muchos desesperados –fumando espero…- se convierte en delito perseguible y denunciable hasta por el vecino. Si al menos hubiesen consultado a Carrillo, seguro que, cigarro en mano, se le hubiese ocurrido una solución más justa y redistributiva, como por ejemplo, incentivar con una pequeña pensión al ex-fumador. No disparen todavía los modernos defensores de la salud pública y privada -que ahora, al parecer, son legión- pues la cosa tiene su lógica. Hoy sólo quieren que hablemos de los perjuicios del tabaco, pero poco se habla de los pingües beneficios que obtiene el Estado del precio, cada vez más abultado, de un paquete de cigarrillos, pues el 60% son impuestos, lo cual en 2009 supuso 7.718 millones de euros. En cuanto a los perjuicios, mucha campaña de choque en las cajetillas con esquelas bien visibles como “el tabaco mata”, pero la información exacta de cuántos y cuáles son los venenos, sorprendentemente legales, que forman el cóctel mortífero y adictivo del cigarrillo, no figura ni en letra pequeña. ¿Por qué no se exige explicitar la fórmula cualitativa, como en los alimentos y medicamentos?
En mi caso, el nacimiento de mi primer hijo coincidió con la primera ley antitabaco, y aproveché el tirón para dejarlo. Llevaba unos 30 años cotizados. Digo yo que, si no para una paga, al menos para un cheque de indemnización por haberme roto el sueño que me vendieron en mi tierna juventud según el cual fumar era cosa de hombres, como el cowboy de Marlboro, de tipos duros como Bogart, y, si me apuran, de patriotas, a juzgar por la identificación de los estancos con los colores de la bandera… De aquel envidiable status prometido, hemos pasado en los últimos años a degradar al fumador a la dudosa categoría de enfermo suicida y potencialmente asesino. Aunque el tabaco sigue siendo una droga legal –por sarcástico que parezca-, y su uso está permitido en privado y al aire libre ajeno a miradas infantiles y/o escandalizables, casi parece una concesión in articulo mortis, no ya como la eutanasia –o “buena muerte”- sino una especie de kakotanasia, literalmente la “mala muerte”, que es lo que todos auguran al que, a pesar de leyes tan represoramente paternalistas, se empeñan en seguir fumando. ¿Quién nos ha estado engañando? ¿Quién tiene que pagar los sueños rotos? Porque el fumador pagar, lo que se dice pagar, es lo que viene haciendo religiosamente, y ya va siendo hora de que paguen otros.
Así que, volviendo a la pensión antitabaco y dándole vueltas al asunto, alguno podría pensar que una medida así podría suponer un incentivo para seguir fumando el mayor tiempo posible, a falta de otro plan de pensiones. Pero como en tantas otras medidas de gracia, ya estamos acostumbrados a la lotería de una fecha límite: si te toca bien, y si no te jodes. Puestos a elegir una fecha tope para apuntarse a la prejubilación del tabaquismo, nos queda muy a mano el fin del mundo del calendario maya: el 21 de diciembre de 2012. Si no se acaba, pues a celebrarlo con champán y el cheque antitabaco…y si se acaba, pues a seguir fumando en el infierno, que allí la ley antitabaco se la suda…  

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