lunes, 28 de marzo de 2011

Merece la pena

Mi pena es muy mala
porque es una pena que yo no quisiera
que se me quitara.

Manuel Machado, "Seguiriyas gitanas"

Cuando por las calles voy
hago a las piedras llorar
en ver con las grandes ducas
que yo te salgo a buscar.

Pastora Pavón, La Niña de los peines

"Sarvam dukkham"
: "todo es dolor", dice la primera de las Cuatro Nobles Verdades con las que Sidharta Gautama el Buda  elaboró el diagnóstico y tratamiento para los problemas que aquejan a la humanidad. "Todo es dolor", aunque quizás deberíamos traducir mejor: "todo es pena", para poner en relación directa la dukkha budista con las ducas gitanas. No es ninguna casualidad la coincidencia en el término, pues es bien sabido el origen indio de la lengua romaní. "Todo es pena", como dice Felix Grande:


Maldita sea mi suerte
todo es pena para mí
ayer penaba por verte
y hoy peno porque te vi.

Budistas y flamencos nos hablan de la duca, y sus formas de afrontarla, aunque son bien distintas, no dejan de tener una curiosa relación. En la segunda de las Cuatro Nobles Verdades, el Buda nos dice que el origen del dolor está en  trsna, "el deseo", literalmente: "la sed". Por eso en la tercera verdad propone "apagar la sed" para terminar con el sufrimiento. En el caso de los gitanos, desde luego que parecen haberse tomado  el consejo al pie de la letra, y en el ritual de la fiesta  del cante, el baile y el toque, vaya si intentan apagar su sed: beben más que los peces en el río...aunque la sed y la pena, me temo, no desaparecen. Por otra parte, el cantaor guarda una compostura casi sacerdotal, como lo describía magistralmente Luis Rosales en Esa angustia llamada Andalucía: "cuando se sienta, se sienta completamente bien, como el agua llena el vaso". Como un monje budista en actitud de za-zen, "meditando sentado"...aunque poseído y desgarrado por la duca.
Más allá de estas relaciones anecdóticas, es interesante contrastar la renuncia budista a la sed y a la pena con la vivencia insaciable de la pena a través del arte. No me estoy refiriendo a la vivencia sombría, angustiosa y solitaria del poeta apenado que, como Miguel  Hernández, es el "hombre más apenado que ninguno" . Estoy hablando de esa vivencia casi gozosa de la pena en la catarsis de la fiesta. El cantaor comparte su soledad, su soleá, con otras soledades a través de la fiesta, donde, como decía Nietzsche, la alegría redime todos los dolores.  En la fiesta flamenca, sin solución  de continuidad, se suceden las alegrías y las soleares, y la duca encarna la pena más inconsolable, pero también le hace un guiño a la guasa:

¡Que venga Dios y lo vea
las ducas que estoy pasando
por una mujé tan fea!

La pena y el contento se entrelazan y bailan al ritmo de las palmas y los jaleos:

Mira si estamos contentos
que el pito de la olla exprés
no se para ni un momento.

Y entre los caldos, las palmas y el cachondeo, se pueden escuchar soleares que te ponen los pelos de punta:

Pasó la muerte a mi lao
le dije que la quería
y allí me dejó plantao.

Es la catarsis dionisíaca de la tragedia, la afirmación de la vida... y de la muerte. La afirmación de que la vida... merece la pena.

1 comentario:

unamasuno dijo...

Saludos Petros, veo que sigues con tus debates, me gustan, te dejo algo que he encontrado con las tragedias de la vida, o ¡Quizás de la muerte?


La vida?...
es un soplo de esperanza,
aire fresco en los pulmones
que sanan la sangre intoxicada.

La muerte?...
es la quimera abandonada,
un sueño que bruscamente
se despierta en noche opaca.

Vida y muerte son parejas
de cualquier peregrino,
caminas a duras penas
para llegar a tu destino.

Lo que halles al final
esta por dilucidar
pero si no te sabe mal
lo tendrás que caminar.

Así que consejo no te doy,
sólo vive y muere diariamente
que volverás a nacer hoy.

Joan Bosch

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