miércoles, 12 de octubre de 2011

Esclavos del mercado

Una de las ironías peculiares de la historia es que no haya límites para el malentendimiento y la deformación de las teorías, aun en una época donde hay acceso ilimitado a las fuentes; no hay un ejemplo más definitivo de este fenómeno que lo que ha sucedido con la teoría de Karl Marx en las últimas décadas. Se hacen continuas referencias a Marx y al marxismo en la prensa, los discursos políticos, los libros y los artículos escritos por estudiosos de las ciencias sociales y filósofos respetables; no obstante, con pocas excepciones, parece que los políticos y periodistas jamás han echado siquiera una mirada a una línea escrita por Marx y que los estudiosos de las ciencias sociales se contentan con un conocimiento mínimo de Marx. Aparentemente se sienten seguros actuando como expertos en este terreno, puesto que nadie con prestigio y posición en el reino de la investigación social pone en cuestión sus ignorantes afirmaciones.
Erich Fromm, Marx y su concepto del hombre, FCE, México 1970, p.13
Ya utilicé esta cita en otra ocasión, pero creo que no está de más recordarla. Ciertamente deformado y malentendido, el mensaje de Karl Marx era, en el fondo -aunque no en la forma-, un sencillo humanismo esperanzado -por no decir utópico-. El bueno de Marx aspiraba, un tanto ingenuamente, a una sociedad que permitiese el pleno desarrollo del potencial humano, con plena libertad y sin “desnaturalizar” nuestra esencia básica. Dicho objetivo, según él, se logra a través del concepto de familia humana, es decir, con la asimilación y reconocimiento de la interdependencia y cooperación entre los miembros de la sociedad (la familia humana). Pero cuando constató que, más que como miembros de una comunidad, nos relacionamos como aspirantes a propietarios, Marx  se vio obligado a analizar la naturaleza de las relaciones sociales en las que las personas participan al producir, y ello le condujo a su análisis del capitalismo.

Cuando Marx se pone a analizar las relaciones de producción capitalistas decubre que,  por un lado están los propietarios de los medios de producción, cuyo objetivo es incrementar su capital, obtener más y más beneficios, y por otro los trabajadores, que venden su fuerza de trabajo, su capacidad para realizar el trabajo que genera precisamente esa acumulación de riqueza. Los economistas -no marxistas- ven libertad en esas transacciones del mercado, pero Marx les critica argumentando que su ideología les conduce a confundir, desde la base, las características de las economías de mercado precapitalistas con el capitalismo. El capitalista, el propietario, adquiere el derecho a utilizar la propiedad que ha comprado, es decir, la fuerza de trabajo, estableciéndose así una relación vertical entre los que tienen el poder –propietarios- y los que no lo tienen -trabajadores-, muy lejana de las relaciones horizontales que se establecen entre compradores y vendedores en el mercado. Para Marx, no estamos ante el reino de la libertad y la igualdad; el trabajador vende su fuerza de trabajo (su única opción para sobrevivir), pero no adquiere derechos de propiedad sobre el producto resultante de su actividad (como en una cooperativa), y este hecho es la característica distintiva del capitalismo.
 

Por si fuera poca pérdida de derechos, los obreros no sólo trabajarán el tiempo necesario para mantenerse, sino que trabajarán adicionalmente para que el propietario adquiera plusvalía, valor añadido o excedente con el que comprar nuevos medios de producción e incrementar su capital, aumentar su beneficio, maximizarlo: el fin último del capitalismo. Por ello Marx define a este trabajo adicional que excede del necesario como la “proporción de la explotación”. El trabajador se convierte en no más que un medio para conseguir un fin, el máximo beneficio, y la tendencia inherente al capital será el aumento de la explotación de los obreros. Y ello se consigue bien aumentando la jornada laboral y reduciendo el número de trabajadores, bien reduciendo el salario.

El caso es que en la Empresa Pública de nuestro país, parecen estarse siguiendo al pie de la letra los procedimientos de incremento de la plusvalía indicados por Marx. Ello es especialmente exacto en cuanto a la Enseñanza Pública en comunidades como Madrid o Castilla La Mancha: los "patronos" -que así deben sentirse-, para reducir gastos -que no es sino la otra cara de aumentar beneficios-, han incrementado la jornada laboral, reduciendo en un 7 % el número de trabajadores, amén de haber reducido el salario con anterioridad -aunque los augurios hablan de nuevas reducciones-. ¿Qué podría esperarse de unos gobernantes neoliberales, sino el tratamiento de la Empresa Pública como si de una empresa privada se tratase? Pero no hay que olvidar que este proceso de explotación -que no de ajustes o recortes-, al menos en Castilla La Mancha comenzó con un gobierno del partido socialista, al cual debería de suponérsele otro trato más social de un ámbito tan fundamental como la Enseñanza. Aunque, iluso de mí, olvidaba que fue el propio Felipe González en el inicio de su carrera hacia la presidencia, el que dijo en 1979: "antes que marxistas, hay que ser socialistas". A finales de 2010, en sus dos primeras semanas como consejero de Gas Natural, González ganó 11.500 euros: ¿antes que socialistas, hay que ser capitalistas?...

El propio Marx ya avisó de las consecuancias de tratar a un maestro como un obrero productivo: 
La producción capitalista no sólo es producción de mercancía; es, en esencia, producción de plusvalía. El obrero no produce para sí, sino para el capital. Por tanto, ya no basta con que produzca en general. Tiene que producir plusvalía. Sólo es productivo el trabajador que produce plusvalía para el capitalista o que sirve para la autovalorización del capital. Si se nos permite ofrecer un ejemplo al margen de la esfera de la producción material, digamos que un maestro de escuela, por ejemplo, es un trabajador productivo cuando, además de cultivar las cabezas infantiles, se mata trabajando para enriquecer al empresario. Que este último haya invertido su capital en una fábrica de enseñanza en vez de hacerlo en una fábrica de embutidos, no altera en nada la relación. El concepto de trabajador productivo, por ende, en modo alguno implica meramente una relación entre actividad y efecto útil, entre trabajador y producto del trabajo, sino además una relación de producción específicamente social, que pone en el trabajador la impronta de medio directo de valorización del capital. De ahí que ser trabajador productivo no constituya ninguna dicha, sino una maldición(...) La producción de la plusvalía absoluta consiste simplemente, por un lado, en la prolongación de la jornada laboral más allá de los límites del tiempo de trabajo necesario para la subsistencia del propio obrero, y por otro en la apropiación del plustrabajo por el capital (...) El modo capitalista de explotación sólo se distingue de los precedentes, como el sistema esclavista, etc., por el hecho de que en éstos se arranca el plustrabajo por medio de la coerción directa, y en aquél mediante la venta "voluntaria" de la fuerza de trabajo.
K. Marx, El Capital, 1, 5, XIV

1 comentario:

Fernando de Higuera dijo...

APUNTES SOBRE LOS FUNCIONARIOS EN GENERAL Y SOBRE EL PROFESORADO EN PARTICULAR.

- Primera mitad del siglo XIX: un presidente de los Estados Unidos dice que "los trabajos confiados a los agentes del Estado son tan fáciles que todo hombre inteligente puede adaptarse a ellos sin demora".

- 1867: Carlos Marx escribe el Capital (texto que da pie a este comentario)

- Finales del XIX: "Lo importante es que el funcionario sea un caballero; pues si no lo es, cuanto más sepa, peor" (Oscar Wilde).

- En España a lo largo del XIX y XX se va imponiendo un principio reconocido en diversas Constituciones: el mérito y capacidad para acceder a los cargos públicos. El funcionariado permanente y profesional se impone como instrumento imprescindible del Estado moderno. El Estado puede asumir así la carga de la prestación de los grandes servicios públicos, como es el caso de la enseñanza.

- Constitución española de 1978: Art.103: "La Ley regulará el acceso a la función pública de acuerdo con los principios de mérito y capacidad".
El funcionario de carrera adquiere su condición de tal mediante pruebas públicas y competitivas de selección (las oposiciones), para el desempeño permanente de determinados servicios profesionales.
Estas pruebas permiten la captación de servidores públicos con la suficiente capacidad, preparación y sobre todo vocación, tan necesaria en la docencia.

- Con el paso del tiempo, el desarrollo de las Autonomías, los Ayuntamientos, el empuje de los sindicatos y la bonanza económica hace que se aumente y multiplique el número y diversidad de empleados públicos, funcionarios, internos, laborales, fijos, indefinidos, cuerpos especiales, con imposibilidades para cambiar de un organismo a otro, con diferentes sueldos y condiciones laborales, etc.
Se llega a dos millones seiscientos mil empleados públicos en España.

- Los (y las) dirigentes de las dos comunidades autónomas citadas en el texto comentado aprovechan la ocasión y se animan a aplicar al abnegado colectivo docente las teorías que el mismo Marx escribió ocho años después de El Capital: "De cada cual, según su capacidad; a cada cual, segun sus necesidades".
Les ofrecen dos horas más por el mismo precio. Además, en el siglo XXI "se es más feliz trabajando".
Y de paso, ya que actualmente la empresa privada es tan competitiva, se pueden ir externalizando muchos servicios.
(Continuará a partir del 20-N).

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