¿Indignados o resignados?

Siento ser un aguafiestas, pero me temo que el comentario que voy a hacer sobre el 15-O va a ser igual de pesimista que el que en su día hice sobre el 15-M. Me gustaría sentirme igual de esperanzado que los que afirman que estamos asistiendo a la primera manifestación con carácter global -lo cual es cierto, y ciertamente abre nuevos caminos-, y que además, para el orgullo patrio, nos cabe el honor de haber sido los inspiradores de tal movimiento con la spanishrevolution del 15-M -cosa que, sin embargo, los de occupywallstreet, como buenos americanos, no están dispuestos a admitir-.
 
Yo también estoy indignado. Pero tanto en el 15-M como en el 15-O parece olvidársenos algo bien urgente, al menos aquí, en España. En el 15-M se avecinaban unas elecciones locales y autonómicas en las que arrasó el PP, es  decir, el partido de los neoliberales, esos que defienden las políticas económicas del capitalismo puro y duro que tanto criticaban en la spanishrevolution. ¿De qué sirvió, pues, el pataleo, si hoy los "recortes" y "ajustes" -eufemismo empleado en lugar de explotación- han llegado a lugares tan sagrados como la sanidad y la educación? Ahora tenemos elecciones generales a la vuelta de la esquina: el día de San Francisco Franco y San Jose Antonio Primo de Rivera, como si de una señal divina se tratase, los peores augurios nos presentan no sólo una mayoría absoluta del PP, sino, incluso los 3/5 de la cámara suficientes hasta para emprender a solas reformas constitucionales. 

Mientras tanto, ¿qué hace la izquierda? El PSOE intenta, como el ave Fénix, renacer de sus cenizas, pero lo único que está consiguiendo es que a Rubalcaba y a sus fieles se les esté quedando un rostro de cenizos que da penita verles. En cuanto a Izquierda Unida, daría la risa, si no fuera porque también es penosa, su obcecación con un nombre que para nada correspone a la realidad, pues ni hay unión en la izquierda española, ni tampoco en el propio partido. Además, ¿quién tiene estómago para votar a un partido de izquierdas que, por abstención, otorgó el gobierno regional extremeño al PP? Y los indignados, mientras tanto, haciendo un brindis al sol, este puto sol de octubre que está agostando hasta nuestras ilusiones.
 
¿Que qué hacer? Pues a lo mejor es que estoy un poco mayor, o que soy algo antiguo -lo cual viene a ser lo mismo-, pero se me ocurre que para cambiar las cosas aun no se ha inventado ninguna alternativa a las urnas, salvo la guerra, el golpe de Estado, o el terrorismo. Así que, si no somos violentos, ¿por qué no ir con nuestra indignación a las urnas? Si hasta los violentos de ETA han sido capaces de entrar, aunque sea haciendo trampa, en el juego democrático, ¿por qué los indignados no? Aún estamos a tiempo de crear una plataforma, como en su día lo hicieron, con mucho menor apoyo popular el UPyD de Rosa Díez o Ciutadans. Sólo hacen falta unos pocos líderes, pues las ideas no escasean: no hay más que dar oído a foros y debates. Entonces sí que habría motivos para esperanzarse, para creer que el cambio es posible. De lo contrario tendremos al presidente que nos merecemos, y, la verdad, que el castigo es bien difícil de superar, pues el bueno de Don Mariano les da grima hasta a los suyos. No estoy poniéndome fatalista, diciendo "¡que viene el coco!". Es mucho peor: estoy dicendo "¡que viene Don Mariano!"